6 oct 2012

Un pequeño fragmento


Esa noche me quedé en vela, mis pensamientos no veían ninguna luz clara. Por la mañana aparecí como de costumbre en aquel banco, estaba lloviznando, y ahí él también estaba. Sentados los dos, empapados, hice el amago de hablar pero el hombre me cortó: "A veces las palabras sobran y tienes que abrir los ojos aún más. La gente valora más los hechos que las simples palabras y es que muchas veces no nos damos cuenta del mundo que queda por construir. Los discursos llegan a entrar en la gente porque alguien se despierta, abre los ojos y se sorprende de lo que le rodea, entonces, deja a su pluma escribir. Antes creía que Dios era muy injusto al dejar invidentes a miles de personas, pero en ese mismo instante, noté cómo se quitaba una gran venda de mis ojos, los verdaderos, los de mi corazón, los que sienten y pueden juzgar. Abre los tuyos y no hables tantas banalidades. Siente el paisaje que tienes a tu alrededor. Abre todos tus sentidos y observa cómo cada color, susurro y perfume de este tranquilo canal entra en ti. Muchas veces este silencio dice más que todas las historias que han salido por tu boca"

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