Yo cedo y cedo y cedo, y comprendo y comprendo. Llega un momento en el que mi cuerpo físico no da más de sí. Desde la razón encuentro incongruencias e hipocresías en sus frases.
Respiro y trago. Respiro y trago. Me echo encima tus palabras habladas en voz alto. Me duele el alma, me rompes al descubrir lo que me ocultas.
No eres justo conmigo. Necesito que te abras. Si no me hablas de la profundidad de tu alma, ¿a quién le hablas? Eres injusto. Soy tu apoyo pero no me tienes en cuenta. ¿Qué pasa?