26 jun 2014

Bucle

Art by Ron Hicks

Demasiadas palabras vacías y sucias que sin sentido van dando forma a un mundo ficticio e irreal pero que sirven de consuelo de una desgraciada existencia que no lleva a ninguna parte. Como una marea se va en masa a la deriva dejando que el suave movimiento ondulatorio se lleve a alguna parte los sentimientos que por uno mismo fluyen. Quizás haya tormentas y la calma se vuelva gris y turbulenta, pero todo tiene un final: sea un mar abierto y nuevo o sea una roca escarpada y quejumbrosa. Todo dependerá de la moneda que en el aire se encuentra dando vueltas sin parar. Cara o cruz. Un horizonte en tus manos o añicos en tus pies.

Espero que todo vaya bien.

1 may 2014

De mi privilegiado. P.S.

A la noche se empiezan
a encender las preguntas.
Las hay distantes, quietas,
inmensas, como astros:
preguntan desde allí
siempre
lo mismo: cómo eres.
Otras,
fugaces y menudas,
querrían saber cosas
leves de ti y exactas:
medidas
de tus zapatos, nombre
de la esquina del mundo
donde me esperarías.

Tú no las puedes ver,
pero tienes el sueño
cercado todo él
por interrogaciones
mías.
Y acaso alguna vez
tú, soñando, dirás
que sí, que no, respuestas
de azar y de milagro
a preguntas que ignoras,
que no ves, que no sabes.
Porque no sabes nada;
y cuando te despiertas,
ellas se esconden, ya
invisibles, se apagan.
Y seguirás viviendo
alegre, sin saber
que en media vida tuya
estás siempre cercada
de ansias, de afán, de anhelos,
sin cesar preguntándote
eso que tú no ves
ni puedes contestar.

20 mar 2014

Soy un desastre emocional.

Soy tristeza.
Soy noche.
Soy alcohol.
Soy sangre.
Soy río.
Soy dolor.
Soy insomnio.
Soy hielo.
Soy color.
Soy sombra.
Soy ceniza.
Soy ardor.
Soy cuchilla.
Soy hueso.
Soy locura.

Soy caos en su completo significado. Ya ni me sé expresar.

La suerte está echada

Qué sentir cuando todo te da vueltas. cuando no sabes por donde coger el mantel para que nada que haya sobre el se caiga, se rompa y todo quede hecho añicos. Poco a poco la tensión aumenta y tambalean todas esas frágiles copas. El agua del florero se desborda con cada tirón que se le pega. Tiembla y suena pero nada se llega a caer. Siempre en continua tensión. Dura y fría es la situación, todo está congelado, tanto que hasta puedes oír como se va formando el hielo. Cruje y aumenta. Es un sonido de estos sordos que se te corta la respiración, propio de las escenas de suspense, un sonido hueco, duro y oscuro que se repite en tu mente una y otra vez llegando a confundir si lo que escuchas es real o es pura imaginación.


¿Ahora qué es lo que tengo que hacer? Todo me da vueltas, sigo sosteniendo ese mantel, con la punta de mis dedos, entre mis callosas yemas curtidas del aguante. Hace ya tiempo que ya no sangran. Ya lo hicieron una vez pero han aprendido la lección y las gotas no caen al vacío. Una gran corteza de cicatrices y durezas las cubren pero sin embargo, aún recuerdan ese dolor intenso, de hecho, lo están viviendo de nuevo. ¿Ahora qué deben de hacer? Al fin y al cabo, pasará, se olvidará y se endurecerán de nuevo, pero mientras duele, y duele tanto que es imposible soportarlo psíquicamente.

Mareos, vómitos y náuseas. Muchas náuseas. Miro los vasos, toda la comida bien servida, casera, hecha con amor, elaborada tras largas horas de horno. Los ingrediente puestos en su sitio, cuidados hasta el más mínimo detalle. Es precioso.

Un comensal se sienta a la mesa, le encantan todos los colores que se funden con ese intenso aroma apasionado mezclado con chispas de un blanco infinito, puro e inocente. Él está encantado. Sus ojos brillan e incluso llora de la alegría. Encontró todo lo que buscaba.
Se dispone a comer, un tirón de mantel. Pincha con su tenedor, un tirón de mantel. Corta cuidadosamente cada uno de sus bocados y un tirón de mantel. Él busca el agua, ya no hay tirón de mantel... El agua, el elemento fundamental que un comensal sediento necesitaba, no estaba. Prece que quedaba algo por ahí, de mala calidad, pero no es presentable.

Ahora todo está perdido, la oportunidad de mi vida en un plaf se fue. Ahora estoy entre tirar, romperlo todo, hacer añicos la vajilla, la comida deliciosa, el vino y los cubiertos.
Soltar no me servirá de nada.

No sé qué hacer o cómo sentirme. Soy algo inestable que al parecer no tiene dotes para poner una simple mesa bien puesta. Aturdida sin rumbo y sin poder expresarme. Lo que me vale es el silencio. Mi gran amigo el silencio. Siempre con él. Juntos nos comprendemos: me da calor, me abraza, me mima, me seca mis ríos, me da música y a la vez escucha mi alma.
Silencio.

Sí, permaneceré en silencio hasta que el comensal se largue. No ofreceré nada más. Cuando se vaya, entrará alguien, no encontrará agua y se irá. Así será mi vida. Como un tren seré en el que muchas personas se subirán, y se bajarán. Seré vehículo y me olvidarán.
Hay que reprimirse, no hay más. Ahora lo dicho está.